jueves, 16 de diciembre de 2010

Récords

Sin más preámbulos, pasamos a enumerar nuestras mejores marcas de lo que llevamos de temporada:
  • Camiseta más usada: Ana, 4 días y tres noches (¡eso no posible es!).
  • Cena más temprana: Ana, 16:30.
  • Platos de pasta en una semana: Marco y Ana, ¡7 de 7!
  • Tiempo de espera en restaurante: Marco y Ana, 56 minutos, una lasaña.
  • Cucaracha más grande: 5cm. de longitud.
  • Momento más terrorífico: amiga japonesa conductora novel a punto de llevarse por delante a etíope durmiente.
  • Sudadera más sucia: Marco y Ana con sudaderas sin lavar durante dos meses.
  • Actividad deportiva más mañanera: Marco, fútbol a las 6:00.
  • Tiempo empleado en ver una serie completa: Marco y Ana, mes y medio, Los Soprano (2ª vez).
  • Dinero mejor invertido: Marco y Ana, cine en Addis (30 birr= 1,5€).
  • El traslado más largo: Ana, 280km. en 9 horas.
  • Tiempo de espera desde apertura de grifo a salida de agua: 10 minutos.
  • Situación más desesperante: es como si te preguntan " ¿A quién quieres más, a tu papá o a tu mamá?".
  • Momento más hilarante: Marco, caída por mareo con pirueta en el aire. Arañazos en la espalda por caer desplomado sobre flores (hermosa decoración de interior que venía con la casa).

martes, 7 de diciembre de 2010

Las doce pruebas de Astérix

Para los no iniciados:



Esto es lo que vivimos el lunes en la oficina de inmigración de Addis Abeba. Íbamos mentalizados, no son pocos los libros que hablan de lo tedioso e intrincado de la burocracia en África. Además, Ana ya había vivido en sus carnes una mañana de pasar de la habitación 77 a la 80, de la 80 a la 81, de la 81 a la 77, de la 77 a la 78...
El objetivo que perseguíamos era conseguir el permiso de residencia para un año. Necesitábamos el pasaporte y una fotocopia del mismo, 200 Birr cada uno y una carta de la universidad explicando los motivos por los que íbamos a quedarnos un año en el país.
Tres palabras nos tuvieron en ascuas durante todo el día. Y es que en nuestras cartas ponía que necesitábamos "renovar el visado" por un año en vez de "proporcionar tarjeta de residente" por un año. Y eso se tradujo en 9 horas de espera y papeleos.
De la habitación 78 a la 81, de la 81 a la 95, de la 95 a la calle. A llamar al decano de la facultad, que es el que nos escribió la carta. Y no se le ocurre a su mujer otra cosa que ponerse de parto.
Consecuencias:
Llamada al vicepresidente de la universidad.
El vicepresidente dice que nos firma las cartas pero que las lleve hechas un amigo.
Llamada al amigo.
Dictado de cartas por el móvil. El amigo es coreano, así que imaginen lo complicado de escribir nuestros nombres correctamente.
A comer.
A esperar.
Y esperar.
Y desesperar.
Y llamada al amigo cada cinco minutos.
Volvemos a la habitación 95 a esperar un fax que nos salvará la vida.
Y a esperar.
Y esperar.
Y volver a llamar.
Y las cartas que no están.
Y se acaba el saldo.
Y Marco a la calle a comprar una tarjeta.
Y a llamar.
Y el pobre coreano dos horas en el despacho del vicepresidente.
Y la secretaria del vicepresidente llorando por algo que el coreano no entiende.
Y Ana volviendo a morderse las uñas.
¡Y llega una de las cartas!
Y a esperar a la segunda.
Y llamar al amigo.
Y el amigo que dice que ya la han enviado.
Y no llega.
Y queremos morir.
Pero...¡llega la segunda carta!
Y vamos a la habitación 78, de la 78 a la 81, de la 81 a la 78, foto en el acto (obsérvense las caras de ganas de matar). Y de ahí, a la calle. Pero con nuestra tarjeta de residente. ¡CONSEGUIDO!

Ventajas de tener la tarjeta de residente: los vuelos nos salen a una cuarta parte del precio ordinario y no tenemos que volver a pasar por esta "tortura etíope" otra vez.

Los días que nos quedamos en Addis disfrutamos de las ventajas de la gran ciudad: comer pizza con queso de verdad, desayunar pastelitos, ducharnos con presión, admirar los productos de los supermercados, Marco fue a la pelu (con cómico resultado)... Y volvimos en avión, que ahora nos salía baratito. ¡Pero muy bien, eh! porque nos dieron un paseíto por el país de lo más hermoso. Sin nosotros saberlo nuestro vuelo a Bahir Dar se desvió a Lalibela para dejar a unos blanquitos y recoger a unos negritos. Consecuencia: despegue y aterrizaje extra para Ana, amante de los aeroplanos.