lunes, 23 de mayo de 2011

Nos hemos mudado

Perdón por no haber avisado antes, somos un desastre...

Por cuestiones técnicas nos transladamos a la siguiente dirección:

www.etiopiando.wordpress.com

Aunque tenemos que admitir que no estamos actualizando tanto como deberíamos. Prometemos mejorar.

miércoles, 23 de febrero de 2011

En el ojo del huracán todo es calma

Primero fue Túnez, luego Egipto, Yemen, Bahrein, Argelia y Libia. Los ciudadanos se levantan contra gobiernos represores y antidemocráticos en toda la región.
¿Pero qué pasa en Etiopía? ¿Acaso el gobierno es completamente democrático? ¿Se ha contagiado la revolución?



En Etiopía no pasa nada.

El gobierno no es democrático en absoluto. El presidente, Meles Zenawi, lleva desde 1991 en el poder tras la guerra de liberación contra el régimen comunista de Mengistu. En las elecciones de 2005 murieron 200 personas en las manifestaciones contra el partido. En las elecciones de mayo de 2010 ganó con más de un 95% de los votos.

Y la revolución no se ha contagiado. En palabras de los compañeros de máster de Marco: "Es mejor suicidarse que manifestarse". La represión de 2005 es buena muestra de ello, pero hay otros factores que dificultan, en nuestra opinión, un levantamiento. Etiopía es un país mayoritariamente rural y analfabeto, la información no llega a todas partes y los receptores no están siempre preparados para comprenderla. Las revoluciones que estamos viendo en el mundo árabe se dan principalmente en las ciudades y, en Etiopía, Addis Abeba es la única ciudad con potencial por su número de estudiantes y clases medias. Pero son sólo cinco millones de habitantes de los ochenta y cinco que tiene el país. En el campo, es fácil contentar a personas que no poseen nada regalándoles un reloj del partido. Una revolución no evita la sequía ni fertiliza la tierra. Egipto es el país que roba el agua del Nilo, y poco más se sabe de él.

En Bahir Dar los que saben qué está pasando tienen miedo, mantienten el silencio, la calma. La tormenta no ha tocado Etiopía.

martes, 8 de febrero de 2011

El muro de Bahir Dar

El muro de Bahir Dar separa lo mundano de lo divino. Es el muro de la iglesia ortodoxa más importante de la ciudad, como si dijeramos, de la catedral de Bahir Dar. A lo largo de este muro se extienden tenderetes de estampitas religiosas y misales, los viandantes se paran a santiguarse y rezar, y los mendigos se amontonan.
Las puertas de las iglesias suelen ser lugares donde se pide dinero, pero esta puerta es algo más, es un reflejo de la realidad social demasiado incómoda de Etiopía. Los mendigos son niños huérfanos, ciegos, mujeres con sus bebés, ancianos y enfermos en general. Algunos de ellos enfermos mentales. Claro que, si hubiera cobertura social no tendrían que estar ahí, y el hombre del jersey morado en la época de lluvias y desnudo en la época seca tendría su medicación y no esperaría con la mirada perdida a no se sabe qué. Los niños, que lo más seguro no tienen familia, vivirían rodeados de trabajadores sociales, los ciegos irían a un colegio público y tendrían el currículum adaptado...
Pero todo eso aquí no pasa, casi nadie paga impuestos y los pocos adelantos en bienestar social casi siempre están respaldados por la ayuda internacional (colegios públicos, hospitales, antipalúdicos, antiretrovirales, carreteras, etc.).
El otro día visité el hospital regional de Amhara, un hospital público para veinte millones de personas. En otras ciudades hay centros de salud (donde, si tenemos suerte encontraremos enfermeros, difícilmente médicos) y en los pueblos hay puestos sanitarios en los que encontramos agentes de extensión sanitaria (personas sin apenas formación que hacen pruebas rápidas del Sida y de la Malaria). El hospital regional tiene un quirófano, varias salas donde se ingresa tanto niños como adultos, consultas externas y un centro de VIH-SIDA. Y ya está. Para veinte millones.
En Valencia se han gastado nosecuántos (ni quiero saberlo) millones de Euros en una nueva "Fe" de diseño innovador y pasillos acristalados. Aquí no hay hospitales para todos. No sé que decir. Así se queda esta entrada. Sólo nos queda pararnos, santiguarnos y rezar.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Cómo están las cabezas

Seguimos aquí, buscando cosas que contaros y os distraigan, y no es fácil. Y menos cuando pasamos la mayor parte del día en casa, sobre todo Marco. El máster que fue fantasma durante unas cuantas semanas de repente se convirtió en demasiado real. Los trabajos y exámenes empezaron a aparecer de debajo de las piedras. Así que, después de nosecuantasmilhorasynosecuantosdíasconsecutivos encerrado y cara a unos apuntes en idioma extranjeroextremadamentenecesarioparaelfuturo, Marco quería decir algo como "te ha salido un truño" o "te ha salido una chufa" y dijo "te ha salido una trufa".
Así me he acordado de un amigo de la adolescencia que un día soltó un "¡mola un muñao!" que se convirtió en nuestra frase favorita. O de un juego de "habilidad mental" en el que me decían tres palabras y tenía que unirlas de forma estéticamente atractiva y del que salieron perlitas como "tomachucornio" y "piestrillaso". O de un paseo por Berlín que estuvo "muy muay".
En Etiopía todavía no hemos creado mucho más que ese "te ha salido una trufa", pero no nos hemos quedado cortos en imaginación (o tontuna, como quiera llamarse) a la hora de llenar nuestros sábados de ocio. El pasado sábado, sin ir más lejos, en un momento dado decidimos hacer nuestro propio Factor X o Ethiopian Idol. Todos dimos lo mejor de nosotros: hubo carreras a cámara lenta y marcha atrás, bailes, marionetas humanas, yoga para principiantes, malabares, salto a la comba con pierna sustituyendo a la comba...
Ahí no queda todo, los humanos somos capaces de cualquier cosa por pasarlo bien: carreras de carretillas en el jardín, pintarles la cara a los compañeros, comer galletas rellenas de salsa de ostra aparentando que nos gustan...
Y digo yo: ¿qué haríais vosotros si no tuvieseis tele, ni cine, ni bares chulos, ni (en ocasiones) electricidad? Pues disfrutar de estas cosas con los amigos, ¿o no?

viernes, 21 de enero de 2011

"How do you get Bahir Dar?"

No hemos abandonado el blog, ni mucho menos, pero ya hemos recibido un par de comentarios pidiendo actualizaciones y finalmente nos hemos puesto frente a la hoja en blanco.
Es un poco raro, pero tenemos la sensación de no tener nada que contar, nada es nuevo y parece ser que nos ha dejado de sorprender la cotidianeidad etíope. Eso es bueno, significa que nos sentimos en casa.
Y para empezar el nuevo año blogero con actitud positiva, os contaremos algunas cosas que tenemos en este país que nos placen, que nos hacen la vida agradable, en definitiva.
Nos gustan los zumos de varios colores de frutas tropicales que en España salen carísimas y saben a agua.
Nos gusta el sol, que no nos falla.
Nos gusta la luna, eso ya lo sabéis.
Nos gusta coger la bici a las cuatro de la tarde y salir de la ciudad, pasear por los campos llenos de vacas y niños pastores y llegar al areopuerto. La vuelta es cuesta abajo y eso también nos gusta.
Nos gusta el tomate que sabe a tomate.
Y que esta semana haya leche en el súper, y pimientos.
Nos gusta estar por las tardes con nuestros amigos hablando de todo un poco y criticando todo mucho.
Nos gusta el Skype.
Nos gusta la huerta que nos ha crecido en el jardín, lo verde que está, los pájaros que vienen a comer papaya.
Nos gustan los niños jugando al fútbol (otra que ya conocíais). La señora que nos vende el agua. El conductor de motocarro que nos grita "¡Marco!". Los niños que nos miran alucinados sin decir nada porque estamos desteñidos.
Nos gusta Etiopía.


Y ya está.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Récords

Sin más preámbulos, pasamos a enumerar nuestras mejores marcas de lo que llevamos de temporada:
  • Camiseta más usada: Ana, 4 días y tres noches (¡eso no posible es!).
  • Cena más temprana: Ana, 16:30.
  • Platos de pasta en una semana: Marco y Ana, ¡7 de 7!
  • Tiempo de espera en restaurante: Marco y Ana, 56 minutos, una lasaña.
  • Cucaracha más grande: 5cm. de longitud.
  • Momento más terrorífico: amiga japonesa conductora novel a punto de llevarse por delante a etíope durmiente.
  • Sudadera más sucia: Marco y Ana con sudaderas sin lavar durante dos meses.
  • Actividad deportiva más mañanera: Marco, fútbol a las 6:00.
  • Tiempo empleado en ver una serie completa: Marco y Ana, mes y medio, Los Soprano (2ª vez).
  • Dinero mejor invertido: Marco y Ana, cine en Addis (30 birr= 1,5€).
  • El traslado más largo: Ana, 280km. en 9 horas.
  • Tiempo de espera desde apertura de grifo a salida de agua: 10 minutos.
  • Situación más desesperante: es como si te preguntan " ¿A quién quieres más, a tu papá o a tu mamá?".
  • Momento más hilarante: Marco, caída por mareo con pirueta en el aire. Arañazos en la espalda por caer desplomado sobre flores (hermosa decoración de interior que venía con la casa).

martes, 7 de diciembre de 2010

Las doce pruebas de Astérix

Para los no iniciados:



Esto es lo que vivimos el lunes en la oficina de inmigración de Addis Abeba. Íbamos mentalizados, no son pocos los libros que hablan de lo tedioso e intrincado de la burocracia en África. Además, Ana ya había vivido en sus carnes una mañana de pasar de la habitación 77 a la 80, de la 80 a la 81, de la 81 a la 77, de la 77 a la 78...
El objetivo que perseguíamos era conseguir el permiso de residencia para un año. Necesitábamos el pasaporte y una fotocopia del mismo, 200 Birr cada uno y una carta de la universidad explicando los motivos por los que íbamos a quedarnos un año en el país.
Tres palabras nos tuvieron en ascuas durante todo el día. Y es que en nuestras cartas ponía que necesitábamos "renovar el visado" por un año en vez de "proporcionar tarjeta de residente" por un año. Y eso se tradujo en 9 horas de espera y papeleos.
De la habitación 78 a la 81, de la 81 a la 95, de la 95 a la calle. A llamar al decano de la facultad, que es el que nos escribió la carta. Y no se le ocurre a su mujer otra cosa que ponerse de parto.
Consecuencias:
Llamada al vicepresidente de la universidad.
El vicepresidente dice que nos firma las cartas pero que las lleve hechas un amigo.
Llamada al amigo.
Dictado de cartas por el móvil. El amigo es coreano, así que imaginen lo complicado de escribir nuestros nombres correctamente.
A comer.
A esperar.
Y esperar.
Y desesperar.
Y llamada al amigo cada cinco minutos.
Volvemos a la habitación 95 a esperar un fax que nos salvará la vida.
Y a esperar.
Y esperar.
Y volver a llamar.
Y las cartas que no están.
Y se acaba el saldo.
Y Marco a la calle a comprar una tarjeta.
Y a llamar.
Y el pobre coreano dos horas en el despacho del vicepresidente.
Y la secretaria del vicepresidente llorando por algo que el coreano no entiende.
Y Ana volviendo a morderse las uñas.
¡Y llega una de las cartas!
Y a esperar a la segunda.
Y llamar al amigo.
Y el amigo que dice que ya la han enviado.
Y no llega.
Y queremos morir.
Pero...¡llega la segunda carta!
Y vamos a la habitación 78, de la 78 a la 81, de la 81 a la 78, foto en el acto (obsérvense las caras de ganas de matar). Y de ahí, a la calle. Pero con nuestra tarjeta de residente. ¡CONSEGUIDO!

Ventajas de tener la tarjeta de residente: los vuelos nos salen a una cuarta parte del precio ordinario y no tenemos que volver a pasar por esta "tortura etíope" otra vez.

Los días que nos quedamos en Addis disfrutamos de las ventajas de la gran ciudad: comer pizza con queso de verdad, desayunar pastelitos, ducharnos con presión, admirar los productos de los supermercados, Marco fue a la pelu (con cómico resultado)... Y volvimos en avión, que ahora nos salía baratito. ¡Pero muy bien, eh! porque nos dieron un paseíto por el país de lo más hermoso. Sin nosotros saberlo nuestro vuelo a Bahir Dar se desvió a Lalibela para dejar a unos blanquitos y recoger a unos negritos. Consecuencia: despegue y aterrizaje extra para Ana, amante de los aeroplanos.