viernes, 26 de noviembre de 2010

Mohammed Revolutions

Una llamada telefónica cortó la tranquilidad de aquel martes. "Mohammed Casero" rezaba la pantalla del teléfono móvil. Vuelco al estómago, pero no eran malas noticias. Mohammed llamaba para devolver parte del dinero recaudado un mes y medio antes.
La cita sería el siguiente martes, a las 18 horas en territorio enemigo. Preparados para lo peor y ataviados con su mejor cara de mala leche, partieron nuestros valientes a enfrentarse con el maléfico Casero-Ratero. Algo había sucedido aquella mañana que les hacía sospechar que no iba a ser fácil este nuevo encuentro: Mohammed había llamado pidiendo el antiguo contrato que declaraba la cama y el calentador como propiedad de nuestros héroes.
Puntuales como casi siempre, con el corazón desbocado y ansiosos por volver a su refugio con el dinero, llegaron a la morada de la bestia.
Abrió la puerta su señora esposa, Mohammed no estaba, la tensión se podía cortar con un cuchillo. Los minutos eran eternos. El silencio dolía.
De repente un viento frío atravesó el umbral, allí estaba el ogro. Nuestros protagonistas se levantaron a saludar (nunca perdieron las buenas maneras) y acto seguido comenzó la lucha:
Mohammed (M): - ¿Habéis traído el contrato?
Santos Job (SJ): - Aquí está.
M: - Dejadme verlo.
Haciendo un gesto natural enrolla el papel y lo guarda en su mano.
SJ: - ¿Y tú tienes el contrato con los nuevos inquilinos?
M: - Aquí lo tenéis.
Miradas de complicidad por encima del papel entre nuestros muchachos. Pequeña batalla ganada: los nuevos inquilinos pagan 1000 Birr menos al mes.
SJ: - Todo en orden.
Aunque bien saben que les están timando unos días. Pero el ratero es el casero, no ellos.
SJ: - Ahora danos lo nuestro.
M: - Tomad.
Recuento de billetes satisfactorio. Qué agradable sensación la de recibir y no dar.
SJ: - OK. Nos vemos.
Caminan los tres hacia la puerta. Mohammed sigue en posesión del contrato.
M: - Entonces, ¿hemos terminado?
SJ: - No, no hemos terminado.
M: - ¿Por qué?
SJ: - Danos nuestro contrato.
Como bien recordarán los lectores, Mohammed y Santos Job tienen una cita en los tribunales a causa de la apropiación indebida por parte del primero de la cama y el calentador anteriormente mencionados.
M: - No.
Tira y afloja (literal) entre la Damisela Levantina y el Orondo Africano aferrándose a cada extremo del papel como si les fuera la vida en ello. Interviene entonces el Guerrero Numantino (GN).
GN: - Ok. Danos el contrato.
Con mirada de odio que hace temblar hasta a la Damisela Levantina.
M: - Ok.

El Orondo Africano, el Casero-Ratero, Mohammed, había sido derrotado. Esa noche, al menos, no dormiría tranquilo.

Cae el sol tiñendo el aire de tonos malva y nuestros héroes regresan jubilosos a palacio.
¿Será este el final de tan ardua aventura? Sólo el tiempo lo dirá.

4 comentarios:

  1. Suerte en vuestra cruzada legal, las tenéis todas con vosotros. A mí solamente de pensar en haber tenido que meterme en fregaos (chiste interno) con mi último casero, el angloafroindipakibangla, me caen sudores fríos a chorros. Tenéis material para empezar un doctorado en Sociología: Los caseros, esa canalla.

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  2. Casualmente (verídico 100%) suena la cabecera de los soprano mientras leo el post.

    Pd: no me gustaría encontrarme con GN en un callejón oscuro.

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  3. Los Soprano, fuente de inspiración del Guerrero Numantino...

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